Víctor del Río

Archivo Documental de la Junta de Castilla y León

La obra de Isaac Montoya se ha caracterizado por un diálogo radical con la comunicación de masas y la publicidad como ámbito invasivo de las imágenes y como territorio de construcción de las identidades. Su reelaboración sobre los materiales mediáticos ha caracterizado una búsqueda intencionada de la estridencia perceptiva hasta el punto de desarrollar dispositivos de visión tridimensional y formatos narrativos que emulan los efectos de la prensa y la publicidad.

El planteamiento se muestra en diálogo con la tradición pictórica pero incorpora toda suerte de herramientas de síntesis para la creación de nuevas imágenes híbridas. Inicia su andadura en los años 80 en esta dirección y a partir de ese interés por el carácter incisivo de la fotografía de prensa y por la influencia de los medios sobre la recepción de la imagen se sientan las bases de lo que será su obra posterior, no menos atenta a esa temática, pero más compleja conceptualmente. En la dialéctica entre fotografía y pintura, alusiva a una parte de los conflictos de los años ochenta y noventa en el arte, se fraguan los componentes de una crítica radical emprendida después y que daba por sentada esa duplicidad como parte del filo irónico de la imagen artística.

La obra de Isaac Montoya se bifurca entre diversos niveles de discurso al establecer sus concreciones formales. Esos niveles pueden ser tanto propuestas textuales de carácter crítico, como la simulación de los productos de la prensa del corazón o la invención biográfica de personajes que nacen de un ejercicio de travestismo. O imágenes cerradas que son fruto de la síntesis digital o del fotomontaje y que se presentan como cuadros acabados. El ámbito de referencia de las obras es ese material mediático, y la coherencia que entrelaza los diversos soportes es una crítica sin concesiones a las nuevas mitologías de lo público así como a la circulación devaluada de las imágenes. La estridencia de sus cuadros elude cualquier concesión al esteticismo o a la autocomplacencia de las estéticas del arte contemporáneo tanto en su versión documental depauperada como en los virtuosismos que imitan los productos de la industria cultural. Las obras de Isaac Montoya resultan en este aspecto transgresivas y conculcan códigos sutilmente asentados sobre una prudente distancia estética que debe presidir lo artístico. En sus diversos niveles de discurso, la imagen fotográfica y sus variantes en el fotomontaje digital, son un soporte básico para ofrecer lecturas que invierten el significado de los códigos sociales en torno al deseo, el glamour o el poder de consumo.

En el caso de sus “cuadros” la fotografía o los materiales impresos pasan a formar parte de un mosaico que genera nueva imagen de conjunto. Isaac Montoya descompone la imagen en píxels, en la trama digital que la constituye en los actuales sistemas de reproducción. Ampliando su escala, y jugando con la distancia física a la que el espectador debe mantenerse para descodificar la imagen, recompone una imagen de conjunto a partir de fragmentos que son a su vez unidades de imagen completas. De esta forma, en el juego de la recomposición, es posible introducir contradicciones semánticas entre la gama de imágenes de pequeño formato y la que posteriormente se obtiene como efecto visual del conjunto. En estas mismas composiciones de mosaico, Montoya introduce elementos objetuales igualmente significativos. Es el caso de sus conocidas imágenes construidas a partir de cúmulos de basura envasada en pequeñas bandejas plastificadas, al modo de las que los supermercados utilizan para presentar sus alimentos, o las imágenes construidas a través de carátulas de CD. Los dispositivos objetuales actúan como displays parciales de imágenes cuya acumulación se orienta a una imagen final. Sin embargo, la realidad de cada una de sus fracciones resulta irreductible y convive con el “efecto” de conjunto. El juego con la distancia de la mirada alude de manera implícita a una lectura global de los fenómenos culturales.

En cualquiera de sus obras la escala de las imágenes aparece como un problema de vaciado semántico. Bajo la piel de las imágenes se transparentan otras perturbadoras y antagónicas. Esa duplicidad erosiona el efecto tranquilizador con que se sostienen los grandes iconos culturales. Una Lady Di compuesta de lazos de colores habla estáticamente del doble discurso con que se teje su mito. Otras de sus series utilizan un tratamiento de síntesis infográfica que permite ocultar una imagen bajo otra que sólo se desvela con la ayuda de unas gafas del color complementario. La escala puede ser tanto conceptual, referida a los iconos mediáticos y a su retórica de legitimación visual y política, o puede ser física, en la relación que se establece con el espectador. En cualquiera de sus propuestas se reproduce un problema de suplantación mediante el cual las imágenes son deconstruidas en el tejido con el que han sido confeccionadas. En la obra de Isaac Montoya las imágenes establecen una dialéctica de sustitución. Son sustitutivas o sustituidas, unas sirven para suplantar a otras. Debajo de cada imagen existe una doble lectura. Pero en la ficción de las imágenes, como en las de sus personalidades, Isaac Montoya está aludiendo no sólo a un entorno ya asumido como es el de los medios de masas, sino también al propio discurso artístico. En su obra el arte aparece como un territorio superado por otros ámbitos de gestión de la imagen y las identidades.

La suplantación de imágenes y personalidades se consuma en la creación de personajes como Sonia La Mur que adquiere una dimensión virtual al ocupar espacios públicos en Internet en las últimas propuestas desarrolladas en este sentido. Buena muestra de ello son instalaciones como Fantasmas, montada en el exterior del edificio Raffles. Bienal de Singapur. Singapur, o la presentación de Myspace de Sonia La Mur. O la conferencia sobre Sonia La Mur Eros es más. en el Museo Picasso de Málaga, junto a Maite Méndez Baige. Todas estas propuestas desarrolladas entre 2008 y 2009 despliegan las posibilidades de un personaje que se muestra como un simulacro funcional de la ideología mediática y que es declinado en sus diversas variantes por Montoya en correspondencia a sus reflexiones sobre la imagen.