PALABRAS SIN RAZONES

2006. Exposición en el Museo CAB de Burgos. /  Excitación, 2005 

Si Montoya ha ido desplazándose, en los últimos años, desde imágenes de una crudeza casi insoportable como Irak en autorretrato (2004) a otras en las que, según Daniel Casagrande, el dolor ha sido atenuado, no ha perdido, sin embargo, su capacidad de inquietarnos y llevarnos hasta ese dominio de lo glamouroso inhóspito. Su estrategia de suplantación y de síntesis infográfica le permite mostrar que las imágenes tienen siempre por lo menos una doble lectura. Hay, no cabe duda, en su obra una cierta insatisfacción con el arte convertido en pura nadería, en decoración de las malas conciencias. Aquello que comenzó como una parodia de la retórica de la prensa del corazón le ha llevado hasta una completa deconstrucción de la cultura del simulacro. Montoya parte, con enorme lucidez, de un concepto de belleza que es, a la manera baudeleriana, maquillaje; fascinado y asqueado con la cultura de los cuerpos anabolizados o liposuccionados, nombra y construye una realidad (artística) subliminal. Su realismo monstruoso, ese dominio de emociones en 3D nos obliga pensar, constantemente, en lo Otro.

Fernando Castro Flórez

Glamour Unheimliche. [Cuando resulta que estamos pensando en otra cosa].

Aun y cuando su particular manipulación de lo Kitsch hace que sus fotos al principio parezcan escenas simples sobre el glamour, la belleza y el bienestar, en el fondo poseen una “segunda piel” armada por una crítica voraz a la degradación contemporánea de la violencia, el sexo y el terror. Sus imágenes seductoras y atractivas, con todos los encantos de la publicidad, actúan como llamada de atención ante la sobredosis de horror que los medios nos sirven a diario. En este sentido el trabajo de Montoya plantea una continua interrogación sobre la validez de las imágenes, asumidas como verdaderas, y, según apunta Fernando Castro Flórez, el artista utiliza “la contundencia propagandística del terrorismo para socavar la misma idea de la “verdad comunicativa”, para revelar la ficción en el seño de la información y cómo la realidad es un conjunto de artimañas e imposturas”.

Asistimos impasibles a la vorágine de imágenes. Nuestra mirada parece fosilizada y nada nos hace reaccionar ante las barbaridades cometidas en el mundo. Nadie está a salvo; el peligro existe y, sin embargo, permanecemos impávidos dentro de la amnesia colectiva. Contra todo ello despliega sus armas Montoya de manera incisiva, bien travistiéndose para poder decir las cosas de otra manera, bien jugando con la capacidad que tienen las imágenes para convertir en realidad cualquier cosa bien presentada.

Alicia Fernández

Palabras sin razones, Diario ABC